lunes, 26 de enero de 2015

Vistas hacia un horizonte cada vez más inminente

  Días negros y oscuros se vislumbran desde mi ventana un día más mientras, tomando un café caliente para no ceder ante el sueño traicionero de la noche, me acompaña mi gata echada en mi regazo. Curiosamente esta rutina que tanto odio es la que realmente me permite seguir vivo, la única en la que puedo pararme a reflexionar y revivir recuerdos inolvidables de una juventud lejana, perdida en el tiempo. Ya nada ni nadie me importa más que mi gata, mi taza de porcelana antigua y mi sillón con vistas a una ciudad llena de luces sin hombres, mujeres o niños con el tiempo suficiente para pararse a apreciarlas. Qué bonita es por la noche y cuán míseros y desagradecidos son mis vecinos... Aunque quizá sean más felices que yo o, quién sabe quizá vayan apresurados hacia sus casas con el fin de hacerse una taza de café caliente, apreciar las vistas de su mirador y maldecir a cuantos transeúntes se atrevan a pasar por la calle a estas horas. Al fin y al cabo no somos más que nuestro copia y pega.


  Mi café ya esta frío, es igual, no tenía ganas de beber, realmente me muero de sueño pero no quería dejar sola a Misifú mirando el mundo luminiscente que se cierne de igual manera todos los días desde siempre... Y aunque se pierda la mejor parte por quedarse dormida antes de tiempo, da igual; es nuestra rutina, la única que nos permite apreciar los buenos momentos que nos quedan por pasar juntos. No quiero cerrar los ojos, quizá no los vuelva a abrir jamás...

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