En lo más hondo de tu intelecto donde a veces las leyes naturales no tienen cabida ni sentido, y ante ti, se oyen pasos cada vez más dispersos por
el vacío. Logras distinguir a duras penas algún que otro taconazo, dos tropiezos e
innumerables caídas, pero no ves nada aunque pongas la palma de la mano en las narices. Los únicos pasos que detectas con
firmeza son los tuyos movidos en un compás progresivamente lento hasta
detenerse. Quieto, en la inmensidad de un espacio incierto, oscuro, el ruido comienza a tomar protagonismo por su ausencia. Ahora que te sientes atrapado entre el
silencio y las tinieblas la única compañía con la que cuentas es la sensación de claustrofobia que te invade. Aunque no llegas a tocar nada en absoluto notas la presencia de paredes que te bloquean encerrándote a
un palmo de distancia. Estás aterrado y atrapado y como reacción nerviosa comienzas a
dar vueltas sobre tu propio eje.
A lo lejos de nuevo,
y a tu espalda esta vez, escuchas pasos que en principio nada tienen que ver con los
anteriores. A diferencia de aquéllos, sus movimientos son menos torpes y su
marcha más suave y sigilosa lo que te hace comprender por qué antes no habías
sido capaz de apreciarlos. En un arrebato de histeria decides pedir auxilio
pero ningún sonido sale por tu boca por mucho esfuerzo que hagas, ni si quiera
un susurro. Las suaves y delicadas pisadas, cuyo rumbo es tan incierto como tu
destino desaparecen junto con tu oportunidad de ser salvado.
La agonía y tenebrosidad que inspira el lugar te obliga a
desistir la idea de esperar a alguien o algo que te socorra, lo que te empuja a
retomar la marcha, poco a poco al principio hasta que recorres unos pocos metros
esperando la inminente colisión de aquellos muros inquebrantables, la cual no
llega a producirse nunca.
Pasado cierto tiempo y mientras prosigues tu camino llegas a
la conclusión de varias cosas: la primera, que las paredes que te habían
impedido moverte estaban, al igual que todo lo demás, regidas por tu mente, siéndoles otorgada tanta distancia, realismo e influencia sobre ti como tú (Supremo Hacedor) quisieras, en un mundo cuyas posibilidades son infinitas; dando vida a tus temores, quitándotela. La segunda, que todos los pasos que habías escuchado eran los
mismos en ambas ocasiones, no obstante, la primera vez que los escuchaste
resultaban ridículos por su escasa coordinación en comparación con los tuyos pero
en cuanto detuviste tu curso y dejaste que el miedo se apoderara de ti solo
conseguiste incrementar tu inseguridad y cambiar la impresión de los mismos, ya
que el ridículo lo estabas haciendo tú (recuerdas las vueltas que diste, de ahí
el cambio de orientación). Lo tercero y lo más relevante es que tú fuiste el
único capaz de superar las cadenas que te impedían avanzar haciendo que se disiparan y dejando también de lado toda
esperanza relacionada con el apoyo que te pudieran proporcionar terceros.