La situación actual del mundo es el resultado
de todos los progresos y retrocesos, guerras y acuerdos de paz, unificaciones e
independencias. Todo ello sumado a ideologías, religiones y culturas, algunas
veces idolatradas, otras castigadas. En resumen, la historia es nuestro
presente más lejano, la base de lo que somos hoy en día.
El mundo que hemos construido está en
continuo desarrollo siendo bueno o malo en función de la perspectiva desde la
que se quiera ver pero no se detiene su curso. Quizá vamos demasiado rápido y
no tenemos en cuenta el gasto acelerado de los recursos naturales en un planeta
que cada vez le queda menos vida. Parece que nuestro desarrollo artificial es
incompatible al mantenimiento de la naturaleza. No podemos saber dónde está el
límite que nos impida seguir nuestro caudal evolutivo, o al menos cuando lo
descubramos será demasiado tarde…
Hoy en día no sabemos diferenciar el consumo
del consumismo y eso es exactamente lo que nos convierte en seres fácilmente
manipulables. Sabemos el precio de un producto pero ignoramos lo que pudo haberle costado a
quien lo trabajó, quizá sea un niño explotado en la otra punta del mundo que no
tiene otra forma de subsistir. Tú no lo sabes y prefieres no saberlo lo que
convierte tu ignorancia en desinterés y lo que mantiene a este mundo
“injustamente globalizado”. A nadie le conviene hacer grandes cambios cuando le
va bien por miedo a perderlo todo pero… ¿y aquéllos que nunca tuvieron nada?
Pues eso, nada importan. La relevancia o importancia de una persona radica en
sus posesiones materiales, parece absurdo pero somos así de materialistas hasta
el punto, si es posible, de perjudicar al vecino para convertirnos más poderosos
siendo a la vez moralmente más pobres.