En el mar de los sueños rotos en el que naufragan fracasos y desamores; en el mar donde nadie es
mejor que nadie...
¡Qué digo! Nadie es nadie; en un mar donde, por si fuera poco, los sueños que
ya se han roto, rotos están y por eso ya no son sueños; en un mar que además se
encuentra en el más profundo orgullo y por ello se oculta: por miedo a mostrar
los defectos.
Hasta que te das cuenta de que lo defectuoso
es lo que realmente te hace ser único. El defecto es la escala más perfecta que
existe para poder ver las diferencias, pero solo pensar en el defecto es
hundirte más y más en el mar de los sueños rotos, en donde nadie es nadie, y
por tanto, nadie puede salir de allí una vez haya entrado.
Pero... Al no ser nadie, ¿no crees que has
pensado mucho en nada? En algo insignificante que carece de valía y a lo que
nadie se va a parar a apreciar, algo de lo que es absolutamente absurdo pensar
y que gracias a todos esos pensamientos ese infierno llamado mar de sueños
rotos se hace cada vez más extenso e infinito.
Naufragando,
naufragando...
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