miércoles, 14 de septiembre de 2016

Prólogo



   La luz del alba se abría por el horizonte entre las pocas nubes deshilachadas que quedaban, por un momento, dejó sus pensamientos de lado y se detuvo a contemplar exclusivamente el juego cromático de los primeros haces del sol acompañados por el vuelo sincronizado de los estorninos. Apenas unos segundos bastaron para que un sonido similar al de un relámpago estallara a su izquierda, a relativa distancia, rompiendo con la armonía que hasta entonces reinaba en el ambiente. Al principio se sintió tan aturdida por el susto que tardó en pensar con claridad más de lo que a ella le hubiera gustado. Por un momento se le pasó por la mente el hecho de que se tratara de un simple petardo. Dada la época del año en la que se encontraba, las fiestas patronales estaban al caer y debido al revuelo que esto causaba todos los años, muchos jóvenes ansiosos de actividad y jaleo procedentes de pueblos aledaños solían salir al campo anticipándose a la verbena estival, bien haciendo gamberradas, bebiendo o simplemente riendo y montando alboroto. No obstante, desechó la idea a la vez que se dio una palmada en la frente al darse cuenta de las escasas probabilidades de que a alguien se le ocurriera andar con dicho explosivo a esas horas. Al menos nadie con un mínimo de cordura haría tal cosa al lado de la casa de Müller, ni siquiera un chaval. Decidió pues levantarse del prado sobre el que había estado sentada toda la madrugada. Había decidido alejarse de la urbe tras no haber podido conciliar el sueño en toda la noche y así, poder relajarse respirando aire limpio mientras disfrutaba de las maravillosas vistas que ofrecía el mar. No consiguió ver a nadie ni nada alrededor que pudiera haber ocasionado tal estruendo y comenzó a caminar por el borde del acantilado de camino al área recreativa que se encontraba a unos cinco minutos, tratando de seguir su origen.

   Iban a dar las 7.00 y el <<cojo cabrón>> no había aparecido. Fritz comenzaba a ponerse nervioso y cuando eso ocurría perdía la poca racionalidad que le quedaba dejándose llevar por impulsos violentos. Su constitución física era la que cabría esperar de un antiguo miembro de la policía secreta alemana, ahora exhiliado tras la presión política que amenazaba a su país y, sobre todo, a su familia. Finalmente un Rolls-Royce Phantom negro mate estacionó o unos 10 metros enfrente suyo.

   <<Joder, tan discreto como siempre>> pensó Fritz. El chofer, una vez hubo esperado unos diez largos segundos, salió para abrirle la puerta a su pasajero. Un hombre mayor, de unos setenta años y con el pelo canoso salió del lujoso vehículo no sin bastante esfuerzo, ayudado por un bastón.

   -Tan puntual como siempre- saludó Helmunt Bachmann a la vez que se aproximaba lentamente.

   -¿No había otra forma de llamar más la atención? 

   Helmunt miró a su alrededor hasta encontrar un Peugeot rojo. Se echó a reir.

   -Pero si he traído el de menor gama precisamente para eso, igual que tú.

   -Muy gracioso, sabes muy bien que todos nos están buscando por todos los jodidos lados y tu coche perturbaría cualquier intento de discreción. Basta de idioteces, ¿Lo tienes?

   -Los tiempos los marco yo, primero quiero ver el material.

   Fritz se acercó a su coche, abrió la guantera y sacó un sobre.

   -¿Quieres que te lo abra? dijo con una arrogancia de la que se arrepintió casi al instante.

   -Vuelve a hablarme así y será lo último que hagas-le escupió Helmunt al exhiliado alemán. Contempló el sobre detenidamente para luego dárselo a su chofer, quien lo guardó inmediatamente.

   -Bien, otra cosa.

   -Dime.

   -No quiero que volváis a contactar conmigo nunca más ni que mencionéis mi nombre a nadie. A partir de hoy seré un puto fantasma. Ya he estado muerto y sabes perfectamente a lo que me refiero.

   -Entendido, ¿algo más que añadir?

   -Sí, otra cosa... -Titubeó por un momento- Con esto queda resuelto lo de mi familia.

   Helmunt Bechmann le dedicó una educada sonrisa.

   -Bien. 

   Fritz esperó. Ambos permanecieron callados, se estaba empezando tensar el ambiente.

   -Está bien, ya te lo he dado, ¿te tengo que suplicar por favor para que me des la pasta?- Dijo con uno de sus comentarios atrevidos que tanto le caracterizaban.

   Helmunt Bachmann era un viejo con muchas de sus facultades perdidas por la edad, pero aún conservaba a la perfección los reflejos en el manejo de las armas. Saco rápidamente su Colt M1911A1 y le pegó un tiro limpio en el corazón. Fritz pareció quedarse helado, se puso de rodillas y acabó desplomándose boca arriba sobre el gélido asfalto desangrándose. 

   Sabía que la muerte había sido prácticamente instantánea pero aún así le dedicó unas últimas palabras mientras se desangraba.

   -La educación no te vendría nada mal pero no es ese el motivo por el cual he concluido tu miserable vida, simplemente has dejado de serme útil y sabes demasiado. Creo que eres capaz de comprenderme. En el fondo lo sabías ¿verdad, comunista asqueroso?-Dibujó una sonrisa en su rostro mientras contemplaba los débiles y últimos espasmos involuntarios del cuerpo inerte. Después hizo un gesto a su chofer y se montó en el coche.


   A los pocos minutos Anna llegó al lugar del asesinato, halló el cuerpo  rodeado de un tinte rojo y espeso pero no consiguió ver a nadie más. Si alguien se hubiera dado a la fuga ya lo habría hecho, y tendría el tiempo suficiente para ocultarse por el trayecto zigzagueante que conducía a la carretera comarcal, gracias a los densos pinos que lo rodeaban.

Pensativa y catatónica se que dió lentamente media vuelta: la luz de la cabaña estaba encendida. Asustada, una vez hubo recuperado el aliento se apresuró hacia el hogar del viejo.




*Nota: si quieres que continúe la historia házmelo saber en los comentarios. Por alguna razón los "me gusta" se borran al actualizar la página, problema que trataré de arreglar. Gracias ^^



No hay comentarios:

Publicar un comentario

¿Qué te ha parecido? ¡Déjame tu opinión! No cuesta nada y es un momento ^^